En 1983 Yamaha lanzó al mercado el sintetizador DX7, causó un gran desconcierto entre los músicos tecladistas y no fue por ser uno de los primeros sintetizadores digitales, sino por la forma usada para producir su sonido, que era completamente extraña en concepto, parámetro y terminología, para aquellos acostumbrados a los instrumentos analógicos.
En Antes que en el DX7, la síntesis por FM se utilizó en los teclados GS1 y GS2, los que pese a tener gran calidad de sonido, tenían el inconveniente de no ser programables –esto es, que el usuario no podía modificar los elementos constituyentes de los sonidos–, además de ser muy caros, grandes y voluminosos –su mueble era como el de un pequeño piano de cola–. El DX7 fue una gran respuesta que alivió las deficiencias de los teclados GS y muy rápidamente superó comercialmente a sus predecesores.